Sentí
como el aire se escapaba de mis pulmones con excesiva brusquedad.
¿Qué?
¿Un beso? Noté como la sangre empezaba a hervirme. ¿Pero de qué iba?
Miré
expectante a Jack, intentando ver algo de falso en su sonrisa, descubrir que su
mirada me engañaba, pero seguía exactamente igual.
La
furia fue sustituida entonces por un intenso rubor que me recorrió las
mejillas. No sabía lo que pretendía exactamente, pero un beso para mí
significaba muchas cosas. Más que nada porque, por raro que pareciera, a mi
edad nunca había besado a nadie.
Había
recibido besos cariñosos de Harry o un beso en la mejilla de algún compañero
cuando era más pequeña. Pero lo que se refería a mi experiencia con chicos era
prácticamente nula.
Bueno,
si me ponía a pensar, sí que había recibido un beso una vez, pero tenía doce
años y el chico apenas me había rozado los labios con los suyos. Lo recordaba
por la impresión de aquel momento, pero no podía poner aquello de ejemplo en
aquella situación.
Simon,
agarró mi brazo con brusquedad y me empujó más contra él. Demasiado fuerte,
quizá. Dado que me hizo doler allí donde se encontraban sus dedos sujetándome.
Iba
a reprochárselo, cuando vi que sus ojos parecían desorbitados por la sorpresa y
como la ira latía, bombeando como un segundo corazón, detrás de los cristales
de sus gafas.
-
No. Ella no lo hará. – dijo firmemente.
Jack
lo miró, burlón nuevamente, aunque con una ligera capa de molestia.
-
Entonces no hay mochila. – y con un ligero movimiento se la lanzó al muchacho
de los ojos azules. Mientras la burla se iba de sus ojos, sustituida por un
descarado desafío.
-
¿Pero cómo te atreves…? – Simon parecía fuera de sus cabales, tenía la frente
surcada de arrugas, por la tensión, la vena de su cuello parecía a punto de
estallar y en sus ojos brillaba un determinante ataque de cólera.
Jack
sonrió, disfrutando como un niño pequeño de la reacción de Simon.
De
pronto, sentí como si en mi cerebro hubieran encajado dos piezas de un mismo
puzzle.
-
Está bien, Simon. – dije, con voz firme. Tomando una decisión.
Aquello
fue peor que si le hubiera dado un puñetazo, ya que me miró dolido y apartó su
mano de mí, como si mi contacto le quemara.
Intenté
consolarlo, demostrarle... No sabía qué quería exactamente demostrarle. Pero
quería desesperadamente que confiara en mí.
Pero
él apartó su vista de mí, con lágrimas de rabia en los ojos, que intentó
ocultar.
Miré
a Jack, con fría determinación.
-
Acepto el intercambio.
Rodrigo
y Héctor comenzaron a reír y a emitir sonidos burlones desde detrás de Jack.
Éste
sonrió, dejando al descubierto toda su dentadura, con regocijo.
Sin
embargo, el muchacho de los ojos claros se había quedado de piedra, con una
extraña expresión en su rostro. Como si no acabara de creerse lo que pasaba.
Antes
de dar un paso hacia adelante, le agarré con fuerza la mano a Simon y le
susurré:
-
No te preocupes. Recuperaré tu mochila.
Pero
él parecía no reaccionar.
Llegué
en cuatro zancadas hasta donde aguardaba Jack.
El
corazón pegó un brinco dentro de mí al tenerle tan cerca de mí. Sus facciones
no eran tan “perfectas” de cerca como parecían. Sin embargo, seguía teniendo
que admitir que era guapo.
-
Primero, la mochila. – dije, mirando directamente sus ojos, mientras contenía
como podía aquel tambor en que se había convertido mi corazón.
Un
brillo pícaro chisporroteó en el verde de sus ojos.
-
No. – respondió tajante.
-
No voy a irme, si es eso lo que temes, - sonreí de lado, intentando burlarme
por una vez de él - hoy no me he traído deportivos para correr.
Rodrigo
empezó a reír convulsivamente y el chico de los ojos azules (no recordaba su
nombre, ¿era Izan?) le taladraba con la mirada.
Pero
Jack seguía mirándome a mí, sin inquietarse. Aquello me molestó un tanto.
-
¿Temer? – dijo, divertido – No, simplemente que no me fío del todo de ti.
Bufé,
molesta. Pero luego reordené mis pensamientos.
-
Está bien, pero pondré una regla. – objeté.
-
¿Ah sí? – su mirada se volvió pícara, aunque dejó relucir algo de inquietud.
-
Sí – miré a Simon, éste también parecía perplejo – Sea como sea el beso, me
darás la mochila.
Aquella
vez Jack rió. Su risa sonaba como el repiquetear de campanas.
-
¿Te refieres a si no besas bien? – preguntó.
No
contesté.
-
Está bien – sonrió nuevamente y tuve ganas de pegarle una bofetada, al ver su
altanería – acepto.
Casi
no me dí cuenta, un momento antes estaba en frente de él y al otro estaba
estrechada entre sus brazos. Sentí que me faltaba el aire de forma inoportuna.
Tragué saliva.
Acercó
sus labios a mi oído.
-
Te prometo que yo besaré bien. – susurró y besó mi cuello delicadamente.El corazón se me paró durante aquel instante.
Me
quedé tiesa como el palo de una escoba, con los músculos agarrotados, incapaz
de moverme. Sentí como la piel me ardía allí donde él la había tocado.
Agarré
su rostro, tomé aire, y cerré los ojos, mientras mis labios se juntaban con los
suyos.
Al
principio lo cogí de improvisto, pero poco a poco, empezó a besarme de forma
distinta. Podría decirse que con pasión, aunque no era del todo pasión, sino
algo más parecido a cuando alguien degustaba un plato exótico y este resultaba ser apetitoso.
¿Me
acababa de comparar con un plato de comida?
Sentí
sus manos agarrarme con más fuerza, mientras notaba que yo me resistía.
Intenté
prestar atención a lo que estaba haciendo y todo dio un brusco giro.
Sus
labios resultaron suaves, con un regusto casi dulce.
Por
un momento perdí la noción de por qué estaba haciendo aquello, dejándome llevar
por el movimiento de su boca contra la mía. Todo se volvió rojo por momentos, y
me dejé arrastrar por aquella ola de deseo.
Pronto
recobré la cordura. Me ruboricé febrilmente, al darme cuenta de lo que estaba
haciendo. Para peor, había olvidado que había gente mirando. Y entre ellos
Simon.
Abrí los ojos con violencia, recordando mi intención. Arrimé mis dientes a su labio inferior, despacio, degustando el momento de la dulce venganza, y le mordí.
Abrí los ojos con violencia, recordando mi intención. Arrimé mis dientes a su labio inferior, despacio, degustando el momento de la dulce venganza, y le mordí.
No
un mordisquito provocador. Le mordí con fuerza.
Me
aparté bruscamente y me limpié la boca con la manga de mi chaqueta negra.
Jack
soltó una palabrota por lo bajo y pude ver como un hilillo de sangre corría
entre sus dientes.
Sonreí,
triunfal y me arrimé a Simon.
En
mi interior se mezclaron dos sentimientos encontrados. Una parte de mí se
arrepentía de lo hecho, incluso deseaba haber prolongado aquella situación,
haber saboreado quizá un poco más aquella extraña y agradable experiencia.
Desde luego no tenía nada que ver con aquel primer beso, en el que apenas
había sentido cosquillas en los labios y mariposas en el estómago. Si tenía que
hacer una comparación aquella vez había sentido pterodáctilos en el estómago.
Pero
la otra parte, mi parte racional, se encontraba orgullosa de lo que había hecho
y profesaba oleadas de resentimiento hacia Jack. Me había besado a la fuerza.
Pensar
en aquello hizo que me decantara definitivamente hacia aquella parte de mí
misma.
Poco
a poco Jack dirigió su mirada hacia mí, con una mezcla entre estupefacción,
dolor y diversión. Como un cóctel de sensaciones.
Me
quedé con la boca abierta, ¿no había nada que le molestara? ¡Le había mordido!
¿Por qué no se enfadaba como haría cualquier persona normal?
-
Ahora entiendo a que te referías con lo de “sea como sea el beso”. – soltó una risilla, mientras se secaba la
sangre del labio con la palma de su mano.
-
¿No pensarías que yo besaba mal? – dije, intentando parecer prepotente, cosa
que como comprobé, se me daba de pena.
Jack
sonrió nuevamente y aprecié mejor la sangre en su labio, que volvió a surgir al
tensar la piel de la boca.
-
Dadle la mochila. – ordenó.
Rodrigo
lo miró con los ojos muy abiertos.
-
¿Después de morderte se la vas a dar? – dijo, sin entender nada.
-
Soy yo el que caí en su trampa y un trato es un trato. Izan, dásela.
El
chico de los ojos azules lo miró con furia y se la lanzó a Simon.
Simon
la atrapó con dificultad y sonrió.
-
Gracias. – dijo, con sarcasmo.
Jack
clavó sus ojos como esmeraldas en Simon y pareció fulminarlo.
-
En realidad deberías dárselas a ella, es la que cumplió con el intercambio. –
me señaló.
Un
siniestro placer afloró en mi pecho. ¡Al fin se enfadaba!
-
Lo haré. – contestó Simon, con la misma mirada desafiante.
Jack
volvió a sonreír con tanta picardía, que pareció tener muchos años menos, y se
apartó un mechón rubio de la cara.
Clavó
nuevamente sus ojos en mí y ensanchó su sonrisa.
-
Cuando quieras repetimos. – comentó, guiñándome un ojo.
Sentí
como la vergüenza mezclaba con la furia salían a flote dentro de mí. La cara
se me calentó, poniéndose de color rojo brillante.
Iba
a responder, intentando encontrar las palabras adecuadas, para hacerle comerse
las suyas, cuando vi que sin más, se iban para entrar en el instituto.
Me
mordí la lengua, enojada.
Entonces
Jack se giró y me dirigió una última mirada.
No había burla en ella, ni enfado, simplemente me miró, y pude sentir como la furia se calmaba dentro de mí, hasta apagarse, como si le hubiera echado un cubo de agua fría.
No había burla en ella, ni enfado, simplemente me miró, y pude sentir como la furia se calmaba dentro de mí, hasta apagarse, como si le hubiera echado un cubo de agua fría.
-
Gracias. –dijo, de pronto, Simon. Sacándome de aquella trampa que eran los ojos
de Jack.
Por
el rabillo del ojo vi cómo finalmente éste entraba.
Redirigí mis pensamientos hacia el chico que tenía delante. Simon.
Le miré, como si lo viera después de mucho tiempo. Como si hasta entonces hubiera estado contemplando una foto de él y por fin pudiera verlo en persona.
Le miré, como si lo viera después de mucho tiempo. Como si hasta entonces hubiera estado contemplando una foto de él y por fin pudiera verlo en persona.
-
No ha sido nada. ¡Además, besaba de pena! – intenté hacer un chiste. Simon
soltó una risotada.
Intenté
sonreír, aunque noté que la sonrisa se endurecía en las comisuras, demasiado
tirante para resultar natural.
Lo
cierto era que no besaba mal. Al contrario. Puede que yo no tuviera experiencia alguna,
pero aún podía sentir su cálido aliento en mis labios, si cerraba los ojos.
Estreché
su mano, intentando despejarme, y juntos entramos en el
instituto.